Camino por el bosque… me dirijo hacia ti.
Por huertas ornamentadas de una gran variedad de rosas,
Exceptuando aquella que anhelas,
Aquella que buscas con extremada persistencia.
Continúo mi trayecto, pues me dirijo hacia ti.
Se interpone en mi camino, rozagante,
Única entre la gran multitud de rosas
Que realzan la belleza del edén utópico en el que estoy.
Aquella… esa que tanto anhelas,
Suscitada como por la mano de Dios,
Esa que tanto odie, al ver que te separo de mí.
La que impulsó tu viaje para ser hallada… para ser hallada por ti.
De eso ya ha transcurrido un día… un día que no te veo,
Pensando equívocamente que tu búsqueda
Culminaría con el atardecer,
con la llegada de una nueva noche.
Que tonto y necio fui,
Debí ser yo quien fue en busca de esta rosa…
Esta rosa roja que tengo ahora ante mí.
Trato de amputarle el torso con mis manos,
Pero su armadura de espinas flagela mi dermis,
De repente, en un momento determinante
Fue cuando logre retirarla de su lecho,
Entonces es cuando decido continuar. Me dirijo hacia ti.
Mi angustia aumenta a medida que transcurre el tiempo
En esta bella pradera, sin poder hallarte,
Pero… ¡¿que hay allí?! Es un sendero repleto de rosas
Como la que acabo de obtener para ti,
Y en el, un cuerpo inerte.
¡No... No puede ser!... Me apresuro a conocer la identidad de este.
Al acercarme lo suficiente se esclarece el rostro anónimo.
¡No! ¡Eres tú, eres tú! Mi agobio me desahucia, corroe mis entrañas.
Allí estas, cubierta por una gran cantidad de rosas,
Aquellas que han causado tus heridas y hasta tu nefando deceso.
¡Las encontraste! pero ¿Qué te ha sucedido?
¡Espera!, no lo digas todavía. Voy a reposar a tu lado
Mientras me lo cuentas todo, mi amor
¡oh que dolor! Las espinas penetran mi carne,
Como también han penetrado la tuya.
Una vez más, han vuelto a lastimarme.
La primera vez fue ayer, cuando me separo de ti,
La segunda cuando retire la que traigo conmigo,
Y esta última, la certera,
la que acaba de incrustarse en mi corazón.
Como desearía limpiar tus heridas, pero ya no me quedan fuerzas,
Solo me queda morir, pero no… no sufras, no ha sido tu culpa,
Ha sido mi voluntad el morir como tu,
junto a ti, mi amada
Solo espero que nuestros cuerpos pletóricos
En vigor y juventud se marchiten en
Simultanea con estas rosas rojas,
Similar a la matiz de nuestra sangre,
Que bueno es saber que estas rosas
Decoran nuestros cuerpos inmersos en muerte,
Aquella muerte producida por el hallazgo de estas,
Aquella muerte anhelada por mi amada.
Ahora puedo decir con certeza absoluta,
“Me dirijo hacia ti”.
Por huertas ornamentadas de una gran variedad de rosas,
Exceptuando aquella que anhelas,
Aquella que buscas con extremada persistencia.
Continúo mi trayecto, pues me dirijo hacia ti.
Se interpone en mi camino, rozagante,
Única entre la gran multitud de rosas
Que realzan la belleza del edén utópico en el que estoy.
Aquella… esa que tanto anhelas,
Suscitada como por la mano de Dios,
Esa que tanto odie, al ver que te separo de mí.
La que impulsó tu viaje para ser hallada… para ser hallada por ti.
De eso ya ha transcurrido un día… un día que no te veo,
Pensando equívocamente que tu búsqueda
Culminaría con el atardecer,
con la llegada de una nueva noche.
Que tonto y necio fui,
Debí ser yo quien fue en busca de esta rosa…
Esta rosa roja que tengo ahora ante mí.
Trato de amputarle el torso con mis manos,
Pero su armadura de espinas flagela mi dermis,
De repente, en un momento determinante
Fue cuando logre retirarla de su lecho,
Entonces es cuando decido continuar. Me dirijo hacia ti.
Mi angustia aumenta a medida que transcurre el tiempo
En esta bella pradera, sin poder hallarte,
Pero… ¡¿que hay allí?! Es un sendero repleto de rosas
Como la que acabo de obtener para ti,
Y en el, un cuerpo inerte.
¡No... No puede ser!... Me apresuro a conocer la identidad de este.
Al acercarme lo suficiente se esclarece el rostro anónimo.
¡No! ¡Eres tú, eres tú! Mi agobio me desahucia, corroe mis entrañas.
Allí estas, cubierta por una gran cantidad de rosas,
Aquellas que han causado tus heridas y hasta tu nefando deceso.
¡Las encontraste! pero ¿Qué te ha sucedido?
¡Espera!, no lo digas todavía. Voy a reposar a tu lado
Mientras me lo cuentas todo, mi amor
¡oh que dolor! Las espinas penetran mi carne,
Como también han penetrado la tuya.
Una vez más, han vuelto a lastimarme.
La primera vez fue ayer, cuando me separo de ti,
La segunda cuando retire la que traigo conmigo,
Y esta última, la certera,
la que acaba de incrustarse en mi corazón.
Como desearía limpiar tus heridas, pero ya no me quedan fuerzas,
Solo me queda morir, pero no… no sufras, no ha sido tu culpa,
Ha sido mi voluntad el morir como tu,
junto a ti, mi amada
Solo espero que nuestros cuerpos pletóricos
En vigor y juventud se marchiten en
Simultanea con estas rosas rojas,
Similar a la matiz de nuestra sangre,
Que bueno es saber que estas rosas
Decoran nuestros cuerpos inmersos en muerte,
Aquella muerte producida por el hallazgo de estas,
Aquella muerte anhelada por mi amada.
Ahora puedo decir con certeza absoluta,
“Me dirijo hacia ti”.
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